denle un buen hueso al perro, así no ladra,
hagan callar el piano, y con tambores sordos
saquen el ataúd, que entre el cortejo.
Que una avioneta vuele sobre nuestras cabezas
escribiendo en el cielo el mensaje: “Él ha muerto”.
Con cinta oscura al cuello suelten palomas blancas;
que lleven guantes negros los agentes de tránsito.
Era mi norte y sur, mi este y oeste,
mis días laborables, mi descanso del domingo,
era mi mediodía y medianoche, mi música y mi charla.
Creía que el amor iba a durar por siempre: Estaba equivocado.
Perdieron las estrellas su utilidad: apáguenlas,
empaqueten la luna, desmantelen el sol
vacíen el océano y arrasen con los bosques;
que ahora nada bueno puede hacerse de nada.
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