jueves, 15 de enero de 2009

Prueba de amor

Creo que la mayor prueba que tuve que superar en mi carrera amorosa fue la de dejar ir lo que más he amado en toda mi vida.

Dejar de sufrir y al mismo tiempo entender que el amor es de dos. Que borrar un recuerdo y un amor no es fácil y lejanamente posible, sin embargo, dicen que si es tuyo vuelve, si no...

En mi caso, he dejado de soñar con futuros inaccesibles y amores pasados. Es difícil empezar un nuevo presente y enterrar el mejor futuro jamás soñado

jueves, 8 de enero de 2009

Intransigencia en el metrobus

Un martes cualquiera de el primer mes del 2009, tuve que tomar el metrobus de la estación etiopía de la ruta 2 -al cual defendía de los que lo tachaban de varias cosas desagradables.Por mi parte aplaudía su rapidez y su eficacia en ciertos aspectos de su prematuro inicio-.

Pero sucedió que ese día mi tarjeta llevaba $12 pesos, le añadí $10 pesos a la máquina. Y mi sopresa fue, no sólo que se tragara mi dinero, sino que aparte me dejó un saldo de $1.50 pesos.

Para mi suerte-o desgracia- había una señorita muy amable que me hizo un pase para que me hicieran mi devolución del dinero en la siguiente estación. Lo agradecí, pues en la ruta uno nunca hay nadie que nos auxilie cuando se roba nuestro dinero. Esa tarde llevaba un poco de prisa, pero la estación me quedaba de paso a mi destino.

Tardó alrededor de 10 minutos en pasar. Llegué a la estación Viaducto y el módulo no estaba dentro, como me informó la señorita en al estación anterior, sino fuera. Salí para que me dieran una tarjeta nueva por $12 pesos y me resignará, o que esperara 48 horas para que me abonaran el resto que la torpe cajita del dinero no supo contar. Opté por esperar los dos días, pero al entrar al metrobus para continuar mi trayecto, la policía me iba a cobrar un pasaje extra.
Me pareció un robo, aparte de que las maquinas para recargar el saldo de la tarjeta no sirve, tienes que desviarte de tu rumbo para que te quiten 5 minutos en lo que te atiende la señorita, pues no eres el único con la mala suerte de que no fucionen las máquinas. Otros 3 minutos, para que con suerte pase el que es el autobus de tu destino. Y aparte pagar el peaje de reingreso, que finalmente es su culpa.

Sales para recuperar tu dinero, para que te lo quiten honestamente al entrar.
Al parecer las señoritas que están para ayudarte no tienen la culpa de ello. Y por alguna extraña coincidencia, la única forma de expresar tu situación y la de muchos usuarios del metrobus, es la misma que usamos para quejarnos de los microbuseros: Locatel.

No desmerito la atención de locatel, la agradezco. Funciona, lo sé. Pero...

El que mucho se despide...

El que mucho se despide, pocas ganas tiene de irse. Es cierto, lo he comprobado en persona. Me he despedido tantas veces de ella que parece una broma, una ocasión que se repetirá una y mil veces en un regreso, una llamada o una tarde juntos. Y se repetirá la historia. Pero, por alguna extraña razón, algo dentro de mi tomó la decisión de dejar de ser el recuerdo vivo de alguien más, para ser el presente de mi historia y mi mundo.

Tomó mucho tiempo el hacerlo, de verdad, no fue fácil. sin embargo lo hice. A Mariana pareció no importarle, eso me da una idea de cuan importante soy en su vida. Cuan tonto he sido, y cuanto he desperdiciado mi vida el último año y medio pensando en ella.

Espero escribir de cosas lindas y no de pasados rencorosos que se están yendo, poco a poco de mi corazón. Me encantaría un tequila ahora con mis mejores amigos.