Un maldito fresa-trovador inunda el “Bel Ami”, el alcohol y la intensidad de un deseo que no culminará en nada, me hacen recordarte. Cada vez, cada instante, cada canción y frase, son la llave que saca un momento tan escondido de un maldito y profundo hueco de mi ser. Mi boca anhela pronunciar tu nombre, tocar tus labios al llegar a tu casa. Mirarte de frente y susurrar un sueño en tu oído. En vez de eso, la maldita canción sale de mi boca con nostalgia y desamor, con miras a engañarme, con un poco de valor para desviar mi camino. No llegar a tu casa, no mirar tu ventana, no esperar encontrarte con él.
Miedos que no terminan, dolores que no cicatrizan.
Maldito pseudoimitador de trova, remueve recuerdos con canciones que formaron mi vida a tu lado, levanta instantes muertos hace ya mucho.
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¿Te veré al llegar la noche?
Tengo miedo de que, al igual que las otras ocasiones, la respuesta sea la misma: ninguna. Una esperanza que muere y tortura, que incuba en mi alma y se vuelve el éter de mi vida. De nuevo.
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8: cuarenta y siete:
Soy un suceso común, acontezco en un mar de eventos interminables, denominados como n a la n potencia, soy un “n+
Quiero dejar de lamentarme, de pensarte, de no verte más, de ser capaz de llegar a mi casa sin pasar a la tuya. Pero no creo que suceda. Un insecto cualquiera atraído al haz que surge de tu ventana.
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A estas alturas, odio la maldita música de románticos empedernidos. La odio por rencor. Chale.
Quise cambiar mi nombre, llamarme edsón. Ser un cualquiera. Ser ese alguien que robara tus sueños, que robara tus deseos, que me robara de tus brazos. Ser aquél que te tiene, que te tuvo, que existe en tu mundo y en tu pensamiento.
Ser un don nadie que es más importante que yo, que no muere todas las noches con tu ausencia, que no mira la ventana imaginando un mundo mejor, un mundo idílico, un sueño que no cumple expectativas.
Ser el que sea el objeto de tus suspiros.
Ser él.
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Llegaré, llamaré a la puerta, al teléfono, al celular. Bajarás, te miraré con unos ojos halagados de complacerte hasta el infinito y más. Oír tus palabras, tus intenciones entre cada corte de voz. Comprar segundos, con interesantes anécdotas, con inenarrables escenas de una vida que te sorprenderá.
En vano, sin sentido, inapreciables momentos que serán igual que los anteriores, efímeras esperanzas que mueren al dejar tu presencia. Pero renazco en la siguiente cuadra, cuando vuelves a ser únicamente un recuerdo.
La cocina es el refugio más alejado de tu ser, de ti, de tu caótico mundo. Que ya no es el mío, que ya no es.