Cada día parece igual que el anterior, con los segundos a cuestas y el sol a tus espaldas, los pasos son cansados y la respiración acalorada. Cada día parece igual que el anterior, espero que termine para poder empezar el siguiente para hacerlo mejor, para cambiar, pero parece que el día siempre es el mismo, igual que el anterior.
Todo el camino que he de recorrer para estar a tu lado me fatiga y me ilusiona al mismo tiempo, pero hay algo que desde hace unas semanas no me deja en paz, me pregunto que será, pero prefiero no saberlo no ahora, no hoy, tal vez mañana.
Al fin llego a mi destino y para colmo todavía son dos pisos, nunca se me han hecho pesados, pero hoy es diferente, y aún no sé por qué. Si siempre lo hemos hablado todo y la mayoría de las cosas que nos molestan, que es lo que te pasa o me pasa, a ti o a mi, prefiero que empecemos por preparar la comida, es tarde y quiero dormir. No somos los mejores chefs, pero lo suficiente para nuestro mas excentrico y quisquillosos paladares.
Parece que es el único lugar en el que el tiempo no pasa, dónde no transcurren los minutos, dónde los sueños no cambian, ni mueren con la caída del sol. Es entre el crisol de sábanas y fundas, entre las colchas y las cobijas, entre las almohadas y colchones; que importa si eran los tuyos , los míos, no creo que importe.
El tiempo se detiene en ese lugar, es el santuario, el campo de batalla, la mesa de exploración, el lugar mas cómodo para leer, es nuestra mesa, nuestro comedor y antecomedor, es nuestro único espacio seguro entre tú yo.
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